Repensando la Pedagogía del Diseño
- Jefferson Andres Bautista Gomez
- 2 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Por Jefferson Bautista – Diseñador Industrial
Cuando hablamos de pedagogía en diseño, los invito a reflexionar unos minutos en lo que implica educar desde el pensamiento creativo y cómo este proceso puede formar a futuros profesionales para transformar el mundo. ¿Cómo se enseña algo tan intrínsecamente ligado a la intuición y la práctica?

Definir qué significa enseñar diseño es una tarea ardua. Me llevó varias horas reflexionar sobre cómo transmitir este concepto en palabras, pero empecemos con algo básico: el diseño no se limita a crear objetos o espacios; se trata de solucionar problemas desde una perspectiva que integra emoción, técnica y reflexión. Para lograr esto, la pedagogía en diseño debe ir más allá de impartir conocimientos técnicos; debe ser una experiencia transformadora que prepare a los estudiantes para navegar en la complejidad.
El cerebro como herramienta de diseño
La neuroeducación, como plantea Francisco Mora, destaca que solo se aprende aquello que se ama. Esto significa que enseñar diseño no puede ser un acto frío ni mecánico; debe tocar emociones, despertar curiosidad y generar pasión por crear . En un aula de diseño, esto se traduce en espacios que inviten a la exploración, donde los estudiantes sientan que cada proyecto no es solo un ejercicio, sino una oportunidad de transformación personal y profesional.
Además, el diseño es profundamente iterativo, lo que se alinea con las “ventanas críticas” que la neuroeducación describe como momentos únicos para el aprendizaje. ¿Cómo aplicamos esto? Diseñando currículos que aprovechen estos periodos de sensibilidad para introducir conceptos clave, utilizando proyectos reales que conecten emocionalmente a los estudiantes con los problemas que buscan resolver.
Reflexión en acción: Diseñar aprendiendo
Cuando hablamos de formar diseñadores reflexivos, Donald Schön ofrece un concepto fascinante: la reflexión en la acción . Esto no solo significa enseñar técnicas, sino desarrollar la capacidad de pensar mientras se hace. El taller de diseño es el lugar perfecto para aplicar esta idea.
El “prácticum reflexivo” que describe Schön es el alma de la enseñanza del diseño. Aquí, los estudiantes trabajan en problemas abiertos y ambiguos, guiados por tutores que actúan como mentores más que como instructores. Por ejemplo, un ejercicio típico en un taller podría involucrar la creación de un prototipo funcional que no solo se evalúe por su forma, sino también por la profundidad del proceso reflexivo que lo respalda.
Entre la ciencia y el arte: La epistemología del diseño
Por otro lado, la epistemología pedagógica de García Carrasco y García del Dujo nos recuerda que la pedagogía no se trata solo de impartir conocimientos, sino de transformar la realidad a través de la acción . En diseño, esta dualidad entre conocimiento científico y habilidad práctica es particularmente relevante.
Una metodología como el Doble Diamante, que divide el proceso en etapas claras como descubrir, definir, desarrollar y entregar, puede ser una herramienta poderosa para enseñar diseño. Pero más allá de estas estructuras, el verdadero aprendizaje ocurre cuando los estudiantes logran conectar estos pasos con su intuición y creatividad. La pedagogía en diseño debe ofrecer el equilibrio perfecto entre estructura y libertad, entre el rigor de la ciencia y la fluidez del arte.
La pedagogía como diseño continuo
Al final, enseñar diseño es un acto de diseño en sí mismo. Es un proceso continuo de iteración, mejora y aprendizaje. No se trata solo de enseñar a crear soluciones; se trata de formar mentes capaces de reflexionar, adaptarse y aprender. La pedagogía en diseño, como el diseño mismo, debe ser dinámica, abierta y profundamente humana.
Diseñar el futuro a través de la educación
Formar diseñadores no es solo una tarea académica; es un acto de compromiso con el futuro. La pedagogía en diseño tiene el poder de formar a los creadores del mañana, aquellos que no solo resolverán problemas, sino que imaginarán mundos nuevos. Es aquí donde el pensamiento pedagógico encuentra su máxima expresión: como un puente entre lo posible y lo deseable, entre la idea y la realidad.
La educación en diseño debe ser vista como un campo vivo, donde las metodologías son guías, no barreras; donde la curiosidad es más valiosa que las respuestas predefinidas. Como diseñadores y educadores, tenemos la responsabilidad de cultivar mentes que cuestionen, innoven y desafíen los límites. Porque al final, enseñar diseño no es solo una cuestión de formar profesionales; es un acto de crear esperanza en un mundo que siempre puede ser mejor diseñado.



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